La energía es un bien imprescindible y estratégico para los seres humanos. El mundo actual exige energía renovable, energía que Galicia posee en abundancia a partir de los recursos del agua, el viento y el sol. Nuestro desarrollo industrial ligado a las fuentes limpias pasa por la implantación de más energía eólica, porque Galicia tiene un potencial extraordinario que abarca toda la cadena de valor, desde la fabricación hasta el montaje y operación, pasando por la innovación constante de esta tecnología. La paradoja es que el sector eólico lleva cinco años parado debido a judicialización completa de los parques proyectados que disponían de la correspondiente declaración de impacto ambiental favorable y del permiso administrativo de construcción. Estamos a la espera de que el Tribunal de Justicia Europeo se pronuncie, algo que posiblemente no llegue antes de final de año. Uno más en blanco. La consecuencia es que tenemos más de 2.000 MW de nueva potencia frenados, la mitad de los que Galicia tiene funcionando actualmente. Seguiremos perdiendo a razón de 2.750 empleos por año y más de 6.300 millones de inversión, una ingente cantidad vinculada a 32 proyectos industriales que demandarían 8 TWh adicionales de electricidad cada año. Otra variable muy preocupante es el consumo eléctrico gallego, que ha caído un 40 % en los últimos ejercicios, manteniéndose en niveles de hace 30 años. Galicia pierde la gran oportunidad de reindustrializarse. Entre tanto, Aragón y Andalucía concentran inversiones multimillonarias gracias a un fuerte despegue de las energías renovables.
Además de esta demoledora consecuencia, está el cambio climático. Hoy, no mañana, nos estamos jugando la vida del propio planeta. El aumento medio de las temperaturas está directamente relacionado con las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero, generando episodios atmosféricos cada vez más extremos. Recientes tenemos la Dana de Valencia y los incendios forestales kilométricos de California. Esperemos que una catástrofe de esta índole no la suframos nunca en Galicia. Por tanto, la solución está en la reducción de emisiones, algo que se logra con mayor desarrollo renovable, particularmente eólico en nuestra tierra. La buena noticia es que llevamos dos años con descensos históricos, un 50 % en 2024 y un 60 % en 2023, gracias al cierre de las centrales térmicas de As Pontes y Meirama, que quemaban carbón para producir electricidad. Sin embargo, esto ni mucho menos es suficiente; porque el buen dato de las emisiones no puede ocultar el lastre para la mitigación de la crisis climática desde Galicia que representa la falta de avances en la electrificación e instalación de nueva potencia eléctrica renovable, tal como advierte el Observatorio Galego de Acción Climática (OGACLI).
Desde el sector eólico gallego, que mantiene a 5.600 familias, un centenar de empresas auxiliares y supone el 1 % del PIB de Galicia –una realidad trascendental de este país–, queremos celebrar el Día de la Energía
destacando nuestra decisiva contribución, en los últimos treinta años, a la calidad del medio ambiente y a la lucha contra el cambio climático. Hacemos parques eólicos en áreas de baja densidad de población y compatibles con los usos agropecuarios y forestales, favoreciendo el desarrollo de las economías rurales. El viento es una energía limpia y barata que refuerza nuestra independencia energética. Por eso debemos combatir el negacionismo radical.