Cementerio industrial

El tiempo pasa, el reloj juega en contra, porque en Galicia el sector eólico está parado, o frenado. Me enoja la noticia de estos días de que Amazon invertirá 15.700 millones de euros en tres centros de datos sostenibles en Aragón, multiplicando por seis su inversión prevista y usando exclusivamente energías renovables. Y esa trascendental decisión de la multinacional norteamericana no es casual ni arbitraria, se debe a la seguridad jurídica y facilidades otorgadas por esa comunidad autónoma al desarrollo renovable, es decir, de fuentes limpias y autóctonas, que además propician precios energéticos muy competitivos. Microsoft y la nueva fábrica de baterías de Stellantis son empresas que también han apostado fuerte por Aragón. Y me alegro por ese territorio.

Pero me entristece que Galicia, pionera en España y en el mundo en la implantación de esta tecnología, se quede atrás, dejando pasar una oportunidad única. Tenemos el recurso del viento, la formación y el conocimiento adecuados, la cadena de valor –más de un centenar de empresas de primer nivel conforman nuestro ecosistema– y la convivencia de nuestros parques con el medio rural durante más de veinticinco años en un tercio de los ayuntamientos gallegos. Mientras la UE nos impele a fijar zonas de aceleración de las renovables y crear ventanillas únicas para simplificar y agilizar permisos, nosotros nos mantenemos al margen, inmersos en una maraña judicial que nos desconcierta. El interés público superior de la energía señalado por Europa es prevalente, y así lo entienden el Tribunal Supremo y tribunales superiores de otras autonomías.

Hay en juego 32 proyectos industriales estratégicos en Galicia, 6.380 millones de euros de inversión y 14.000 empleos, que necesitarán 4.000 MW de nueva potencia renovable. Ya no sé si somos conscientes del alcance de estas cifras. Estamos hablando de la reindustrialización de nuestra comunidad, de la posible emigración de nuestros hijos, en un mundo global cada vez más competitivo. China, USA, UK o Alemania invierten miles de millones en la descarbonización en un escenario geopolítico catastrófico. La demanda eléctrica de Galicia ha caído un 36 % en los últimos cuatro años, cierto que influye la inactividad de Alcoa, pero es un dato tan preocupante como elevado para nuestro progreso económico. Entre tanto, el sector eólico está en parada; a pesar de que numerosos proyectos cuentan con la preceptiva Declaración de Impacto Ambiental, derivada de un marco legislativo tan exigente como garantista. Y los proyectos que no cumplen, las Administraciones los han tirado para atrás. No hay barra libre, ni la queremos ni la deseamos.

Y, por si fuera poco, a nadie parece importarle el cambio climático, con unas dramáticas consecuencias, que ya estamos sufriendo –el aumento de las turbulencias en la navegación aérea es lo último que se ha conocido–, no solo sobre los territorios y la atmósfera, sino también sobre los seres humanos. ¡Estamos ante un verdadero problema de salud pública! A pesar de lo que dicen los negacionistas, Galicia tiene una dependencia del 66 % de los combustibles fósiles. O aprovechamos nuestro viento o solo barrerá el polvo de nuestra sepultura.

Manuel Pazo

Presidente de la Asociación Eólica de Galicia