Las tres R eólicas

La energía eólica, paradigma de la energía renovable, ha pasado de ser un cisne negro a una especie de patito feo en los medios de comunicación y en ciertos sectores de la sociedad; algo que llama poderosamente la atención en un contexto como el actual, con pobreza energética en amplias capas de la población, incremento desmesurado del precio de las energías tradicionales, carácter estratégico de las fuentes de energía utilizadas, ya sin rubor, como armas, y siendo mínimo su impacto ambiental si se compara con otras fuentes. Debemos partir de una cierta pedagogía en torno a lo que es la energía eólica, y crear quizás un paradigma o un referente de fácil identificación. Y en este sentido, como en el mundo de la construcción se han popularizado las tres R (renovación, regeneración, rehabilitación), quizás tengamos que hablar de las tres R eólicas: energía renovable, resiliente y responsable.

Sobre el carácter renovable de la energía eólica, fuente no contaminante e inagotable, poco hay que decir. El respaldo a las energías renovables se ha producido de forma incontrovertida en la Cumbre Mundial del Clima de 2015, donde se firmó el Acuerdo de París, en el que la comunidad internacional decidió respaldar los proyectos de energía renovable. Pero también es predicable de la energía eólica su resiliencia. Este término no es siempre bien entendido, y creo que debe aplicarse a este tipo de energía. En la segunda acepción del diccionario de la Real Academia Española, se define como “capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido”. Pues la energía eólica bien podía recuperar su original percepción social positiva, ya que su instalación es, además, reversible. Es necesario transmitir a la sociedad que la disponibilidad de un suministro de energía limpia, no dependiente del exterior, no contaminante, en el momento actual, no tiene otra vía que las renovables, y en Galicia particularmente la eólica, tanto terrestre como marina. Sin energía no hay procesos productivos y no existe una vivienda digna; así que sin industria ni habitación desaparece el ser humano, y el paisaje deja de ser tal, al no existir ser humano que lo contemple, para convertirse en una nueva tríada: yermo, erial y baldío.

Por último, la energía eólica, su implantación y despliegue, se debe también al principio de responsabilidad. Urge que la Administración y la ciudadanía la vean como amables molinos de viento y no como feroces gigantes destructores del medio en que se implantan, aun admitiendo cierto impacto. Nuestra forma de vida es altamente consumista en energía, padecemos ya tres emergencias, climática, hídrica y energética –veremos quién se puede calentar este invierno y cuántas industrias pueden aguantar–, y aun así quieren convertir la eólica en un problema ambiental. ¡El mundo al revés!